En Costa Rica contamos con el “Himno patriótico al 15 de septiembre” el cual es un hermoso canto a la libertad compuesto en 1883. Algunas de sus estrofas son las siguientes: “Los hijos del pueblo, levanten la frente, al sol refulgente de la libertad. Sepamos ser libres, no siervos menguados, … Nuestro brazo nervudo y pujante, contra el déspota inicuo opresor, … y baluarte serán nuestros pechos, contra el yugo de inicua opresión.”
El Himno patriótico al 15 de septiembre, sin lugar a duda, es una apología a la libertad. Pero, ¿qué significa ser libre y no siervo menguado? ¿Cómo identificamos a un déspota inicuo opresor? ¿Cómo hacemos de nuestro pecho un baluarte en contra del yugo y la opresión?
No es posible responder a estas preguntas sin antes reflexionar sobre la naturaleza o esencia del ser humano. Nos cuenta Fernando Salvater en su libro Ética para Amador que “… los castores hacen presas en los arroyos y las abejas panales en celdillas hexagonales: no hay castores a los que tiente hacer celdillas de panal, ni abejas que se dediquen a la ingeniería hidráulica”. Los animales están programados para ser lo que son, no pueden ser otra cosa. Por el contrario, el ser humano sí puede escoger lo que hace porque su esencia, que lo distingue de los animales, es su libertad.
Por eso valoramos al ser humano que con sano esfuerzo y disciplina alcanza sus metas. Valoramos al héroe porque, como un ser libre, bien pudo haber decidido quedarse en casa descansando o vagabundeando en vez de levantarse temprano y cumplir una agenda llena de actividades para enfrentar los retos y materializar lo que tiene en mente. Por el contrario, la hormiga no elige entre trabajar o no trabajar porque no enfrenta esta disyuntiva existencial.
“Ser o no ser” era la causa de la angustia existencial de Hamlet y esta es la pregunta a la que se enfrenta permanentemente todo ser humano porque su naturaleza es la libertad.
La idea de que la libertad es parte consustancial al ser humano es fundamental dentro del cristianismo, en particular de la católica. Esto se refleja en el concepto de libre albedrío porque este presupone que el ser humano es libre. Así lo vemos en el libro Eclesiástico 15: 11-20 (énfasis mío):
No digas: “Me he desviado por culpa del Señor”, porque él no hace lo que detesta. No digas: “Él me ha extraviado”, porque él no tiene necesidad del pecador. El Señor detesta toda maldad, y los que le temen también la aborrecen. Al principio el Señor creó al hombre y lo dejó a su propio albedrío. Si quieres, guardarás los mandamientos y permanecerás fiel a su voluntad. Él te ha puesto delante fuego y agua, alarga tu mano y toma lo que quieras. Ante los hombres está la vida y la muerte, a cada uno se le dará lo que prefiera. ¡Qué grande es la sabiduría del Señor, tiene un gran poder y todo lo ve! Pone su mirada en los que le temen, conoce todas las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío, a nadie dio permiso para pecar.
En su libro Constitution of Liberty, F. Hayek nos decía que la “libertad y la responsabilidad son inseparables”. Por su parte, Jean Paul Sartre decía que “El hombre está condenado a ser libre; porque una vez arrojado al mundo, él es responsable de todo lo que haga”. Libertad y responsabilidad son dos caras de la misma moneda. Es la responsabilidad de nuestras decisiones lo que da valor, o condena, de nuestros actos.
El ser humano nace en un entorno específico sobre el cual no tuvo responsabilidad alguna. Por ejemplo, nadie escogió el lugar o la fecha en que nació. Sin embargo, la libertad le permite escoger la manera en que puede reaccionar ante lo que se le presenta. Veamos esto con la siguiente historia de un padre alcohólico y sus dos hijos, uno sobrio y otro alcohólico. Cuando le preguntan al hijo sobrio del por qué de su sobriedad, este responde señalando a su padre: “¡Con ese ejemplo …!” Luego le preguntan al hijo alcohólico porqué él es así y, señalando a su padre contesta: “¡Con ese ejemplo …!” A diferencia de los animales, el ser humano es libre y por eso puede responder de distintas maneras ante su entorno.
En la historia de los dos hijos, ellos escogieron su estilo de vida. Ninguno de los dos puede echarle a culpa a su padre, o a un agente externo a ellos, la manera que han elegido para vivir. Cada uno es responsable de su estilo de vida porque lo escogieron libremente. Culpar a factores externos de nuestra vida es negar la responsabilidad que tenemos sobre nuestras vidas.
La libertad, como valor consustancial del ser humano, también es recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos cuando en su primer artículo dice: “Todo ser humano nace libre…”. El razonamiento de este principio es que, quien no es libre es esclavo de alguien, sea del Estado, del gobierno, o de las mayorías. O somos libres, o somos esclavos.
Entendemos por derecho aquello que precede a la creación o fundación del Estado. Es decir, la libertad del ser humano precede a la creación del Estado. No somos libres porque así lo decide el gobernante de turno, sea rey, presidente de la República, el Primer Ministro, el congreso, etc. Cuando afirmamos que la libertad es lo que define la naturaleza del ser humano, esto significa que esta no tiene su origen ni de las leyes o en la constitución. En este sentido, se equivoca el Himno Patriótico del 15 de septiembre cuando expresa: “derechos sagrados la Patria nos da” porque la libertad es un valor que no nos da la Patria (Estado) sino algo que la precede.
Como bien dijo Benjamín Franklin dijo: “La libertad no es un regalo concedido a nosotros por otros hombres, sino un derecho que nos pertenece por las leyes de Dios y la naturaleza”.
Si la libertad es el derecho por antonomasia del ser humano, entonces la razón de ser del Estado, de cualquier constitución, de las leyes y de todo el ordenamiento jurídico debe ser respetar este derecho humano, protegerlo y resguardarlo. Por eso decía Lord Acton: “La libertad no es un medio para alcanzar un fin político más alto. Es en sí misma el fin político”. John Locke afirmaba: “El fin de la ley no es ni abolir ni restringir, sino el preservar y engrandecer la libertad”.
Ser libre significa cada ser humano tiene derecho a disponer de su vida, su ingreso y su propiedad. Ser libre significa que no requiero pedirle permiso a nadie, sea el profesor, el sacerdote, un burócrata o al gobierno mismo para ejercer mi libertad y poder escoger el estilo de vida que yo quiera sin requerir de aprobación legislativa. El único límite de la libertad es respetar la libertad del prójimo.
La libertad es una; es decir, la libertad económica, la libertad civil y la libertad política son meras expresiones de una sola libertad. Al violarse una, se violan todas. Si admitimos que un esclavo es aquel que no puede disponer libremente ni de su ingreso ni de su propiedad, entonces debemos aceptar que el respeto por la propiedad privada es la expresión material de la libertad individual.
Ser libre significa que cada uno puede vivir como mejor le plazca sin que sea necesario la aprobación del Estado o del gobernante.
Quien es libre, es dueño absoluto tanto de su ingreso como de su propiedad y, por tanto, tiene el derecho inalienable para comerciar, trabajar, comprar, vender, alquilar, empeñar, asegurar, prestar, producir, importar, exportar, intercambiar, regalar, recibir, heredar sin restricción de ningún tipo por parte del gobierno (incluyendo permisos, cuotas, licencias o patentes) y realizar todo tipo de transacción con cualquier otro ser humano sin importar nacionalidad, género, credo religioso, etc. Si la libertad, incluyendo la libertad económica, precede al Estado, entonces éste último no tiene derecho a limitarla.
Para Frederic Bastiat, Thomas Jefferson y otros pensadores, el Gobierno se crea y nace para proteger la libertad del ser humano y velar por el respeto de la propiedad privada. Algunos, como Cicerón, van un poco más lejos y manifestaban que “la libertad no consiste en tener un buen amo, sino en no tenerlo”.
Dado lo anterior, ningún derecho humano puede esclavizar o violar el derecho humano fundamental de la libertad. No puede ser derecho humano, por ejemplo, la vivienda porque ésta debe ser construida usando los ingresos y recursos de terceros. Hacer del acceso a la vivienda un “derecho” implica esclavizar a los seres humanos que van a proveer este bien. Lo mismo podemos decir sobre la educación, el acceso al agua potable, etc. Si deseamos universalizar estos bienes, debemos recurrir a mecanismos de producción voluntarios.
¿Alguna vez se ha puesto a pensar que solo hay una manera justa y correcta de lograr que otra persona haga lo que Ud. quiere? Solo cuando alguien hace algo por nosotros por voluntad propia es que se considera moral. Y esto solo se logra con una persuasión honesta y respetando la libertad del otro. La persuasión se puede lograr con engaño y a eso se le llama estafa. Es por eso que para que la persuasión sea correcta y socialmente aceptable debe tener el componente de transparencia y buena voluntad.
Por supuesto que Ud. puede lograr que otros hagan lo que desea por otros medios, pero se consideran delictivos porque violentan su libertad. Estos otros medios se resumen en el uso de la fuerza. Por ejemplo, si Ud usa una pistola, como en un asalto, es muy probable que la víctima haga lo todo lo que Ud le pida. O bien cuando la mafia o las maras lo amenazan con destruir su propiedad si Ud. no paga su cuota de seguridad. En estos casos no hay discusión que el uso de la fuerza es inaceptable para que otros hagan lo que deseamos.
Sin embargo, existe otra manifestación del uso de la fuerza que se pasa por alto: La ley. Quien no cumple la Ley es encerrado en la cárcel u obligado a pagar cuantiosas sumas de dinero. No es incorrecto que un político desee que todos ahorremos. Lo que es inmoral es que nos obligue por la fuerza de la ley a que ahorremos. No es incorrecto que un sindicalista quiera que solo le compremos las empresas públicas. Lo que es inmoral es que es que se nos obligue por la fuerza de la ley a comprarle solo a las empresas públicas con el establecimiento de monopolios creados por ley. Obligarnos a hacer lo que no deseamos es irrespetar la libertad del ser humano. Por tal razón es inmoral, y contario a la libertad, toda legislación que proteja a grupos de presión por medio de de monopolios o la creación de mercados cautivos. Ejemplo ello son el mercado de la generación y distribución eléctrica, el de la banca estatal, Conarroz, la Caja Costarricense de Seguro Social, la creación misma de colegios profesionales, el transporte público, Laica, la burocracia per se, etc.
Así como es inmoral que un ladrón nos despoje de nuestros bienes a punta de pistola, de igual manera es incorrecto que el político nos arrebate, vía impuestos, de nuestro ingreso por medio de una ley que nos castiga si no pagamos. Es indignante que nos asalten, aunque el ladrón manifieste que lo robado lo destinará en un 100% a obras de beneficencia. De igual manera debemos sentirnos igualmente indignados por cualquier impuesto, aunque su justificación sea la empatía con los pobres. Es por tal razón que los impuestos deben ser mínimos y su objetivo debe ser preservar la libertad y no deben usarse para financiar a los grupos de presión.
Como bien nos decía Miguel de Cervantes, “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Como economista puedo argumentar que el sano desarrollo económico necesita la desregulación de los mercados, la libre competencia, la privatización de todas las empresas públicas, el libre comercio, un gasto público reducido, bajos y pocos impuestos. Sin embargo, en este ensayo quise enfatizar que la defensa fundamental de la libertad económica no es tanto el argumento económico sino algo mucho más importante, a saber, el respeto por la naturaleza misma del ser humano: su libertad.
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